Sostener un liderazgo profesional consistente y confiable, tiene un requisito previo: comprender y reconciliar nuestra relación con el poder.
¿Cómo es para ti convivir con tu poder? ¿Qué adjetivos te vienen a la mente cuando piensas en ello?
Cualquier posición de responsabilidad dentro del sistema, va a desafiarnos en este sentido, abriendo un debate interno que no todos resolvemos igual, y que a menudo silenciamos.
“Yo soy quien decide” “Me enerva que los demás no me sigan a tiempo” “¿Quién soy yo para dar órdenes?” “Necesito evitar conflictos y que haya un ambiente apacible” “¿Qué voy a hacer si no me reconocen?” “¡Esto es una carga enorme!”…
Estas son algunas creencias y temores que la promoción profesional despierta y, que una experiencia extensa en posiciones de poder enquista o adormece, pero no necesariamente resuelve.
Más allá del poder formal que nos otorga el puesto, nuestras creencias sobre el poder impactan en nuestra forma de sostenerlo. Nos dan un estilo, una forma.
Ese estilo, que se traduce en comportamientos visibles, termina por legitimarnos o desacreditarnos dentro de la organización.
Las posiciones de responsabilidad (seas directivo, gerente, consultor…) a menudo son solitarias y están al servicio (de las personas, del negocio…). Por eso merecen disponer de un espacio propio, en el que reflexionar, comprender y redefinir, qué significa realmente el poder, qué lo sostiene y qué lo legitima. Apaciguar ese debate interno, aportando claridad y confianza, para poder construir un liderazgo consistente y útil.